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El modo de vida de los aborigenes canarios sufre un drástico cambio a partir de 1483 cuando los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, llevan a cabo la conquista de la isla. La cultura de los nuevos colonos europeos se impone en todos los aspectos de la vida: forma de construir sus pueblos y edificios, modo de vestir, creencias, justicia, nuevos utillajes y herramientas, nueva economía, nuevos oficios, etc.
Pero las Islas Canarias antes de ser conquistadas ya eran conocidas desde la Antiguedad Clásica; la presencia puntual de restos arqueológicos romanos en el mar y en algunas de las islas lo confirman. También aparecen citadas en textos grecolatinos, como el de Plinio el Viejo en el s.I d.C. quien relata el viaje o expedición, realizado décadas atrás por el rey mauritano Juba II a ls Fortunatae Insulae.
Tras siglos de aparente olvido, las islas, a comienzos del siglo XIV vuelven a ser visitadas coincidiendo con la expansión europea en el Atlántico de Genoveses, catalano-aragoneses, portugueses y castellanos. Por ello se empieza a representar las Islas Canarias en cartas náuticas, mapas y portulanos o en los planisferios de Angelino Dulcert (2339) y de Abraham Cresques (1375).
Es también en el siglo XIV cuando se producen los primeros intentos de evangelización con el establecimiento en Telde del Obispado de la Fortuna, fundado en 1351 y activo hasta 1391, con la muerte a manos de los propios canarios de los doce monjes mallorquines allí instalados.
El poblamiento de Gran Canaria procede del Norte de África. Las primeras recaladas llegan con intención de colonizar, ya que traen animales domésticos y algunas plantas en forma de semillas o esquejes. Es posiblemente un contingente poblacional pequeño pero suficiente y arriba acompañado de su propio bagaje cultural de clara raíz amazing.
Las fechas estimadas actualmente para la arribada dan como cifras más tempranas unos 2500BP-antes del presente, mientras que las más tardías sitúan la colonización en los siglos II-Ill de la Era.
Desconocemos la motivación de la colonización inicial. Algunas hipótesis planteadas la asocian a contactos protohistóricos de origen mediterráneo o al imperio romano desde un asentamiento comercial promovido por Roma para explotar los recursos de las islas a una pena de exilio de tribus norteafricanas. Más certeza hay en que esa población Canarii quedara aislada en torno a un milenio, tiempo en el que desarrolla una cultura propia adaptada al medio insular grancanario y basada en sus raíces norteafricanas.
En estos nuevos centros loceros, a diferencia de los siglos anteriores, en las que los hombres eran los alfareros, ahora son ellas, las mujeres, «las loceras», las encargadas de la elaboración de los recipientes de barro. El papel de los hombres será el de coordinar sus trabajos agroganaderos con el acarreo del barro y la leña, así como ayudar en la preparación y guisado de las piezas en los hornos. Las mujeres serán también las que se encargarán de ir a vender su producción por toda la geografía insular a cambio de dinero o de productos de las zonas por donde transitaban.
A finales del siglo XX fueron desapareciendo los últimos loceros y loceras tradicionales Juliana, Rafaela, Panchito, Antoñita, Adolfina, Justo.,..), pero poco a poco están siendo reemplazados por una nueva generación de alfareros y alfa- reas que trabajan día a día para mantener vivo este oficio ancestral.
Los artesanos y artesanas canarias, además de surtir de herramientas a los trabajadores del campo, a otros profesionales artesanos, y al personal de variados oficios urbanos y semiindustriales, fueron los constructores de los diferentes tipos de viviendas que se han utilizado en Gran Canaria a lo largo de los siglos. Ellos también, son los «hacedores» del ajuar básico del hogar y del mobiliario necesario para el desarrollo de la vida cotidiana. La variedad, calidad y cantidad de los objetos artesanos que podíamos localizar en un hogar tradicional canario variaban mucho dependiendo del poder adquisitivo de sus moradores; así, frente a las casas más humildes, muchas de ellas unas básica cuevas, donde sólo existía un camastro, una caja o arcón, una estera, sobre la que comer o dormir, unos pocos recipientes cerámicos con los que cocinar la comida, y alguna que otra lámpara de hojalata, además de unas pocas piezas de ropa necesarias para el día a día, … nos encontramos con las de las familias más adineradas, donde la cantidad y calidad de los objetos de que disponían eran notables.
En las tres maquetas de este módulo podemos ver por un lado dos sencillas viviendas canarias, una de ellas hecha en cueva, y una casa de muñecas que reproduce el ambiente y mobiliario que podía existir en el hogar de una familia pudiente. En las dos viviendas humildes se puede observar el modesto y básico ajuar y mobiliario realizado íntegramente por artesanos locales. En la casa de muñecas vemos como conviven objetos artesanos elaborados en Gran Canaria, con objetos importados de Europa, mucho más lujosos y refinados. Las imágenes del módulo ilustran también sobre los objetos y mobiliarios realizados por los artesanos canarios.
La piel de los animales ha tenido múltiples usos a lo largo de la Historia. La población aborigen la empleó para elaborar diversos objetos e incluso la ropa con que se vestían. Una vez conquistada la isla, el uso de la piel para vestido pierde importancia, pero continuará su empleo para satisfacer las necesidades generadas por la nueva población. Los colonos introducen pieles de ganado mayor (vacas, caballos, etc.) y se diversifica las técnicas artesanas y los objetos resultantes: se elaboran calzados, arreos para las caballerías, contenedores de líquido, instrumentos musicales, utensilios agrícolas y ganaderos, etc.
Muchos pastores, probablemente siguiendo una tradición aborigen, curtían las pieles de cabra para elaborar con ellas útiles y recipientes relacionados con su trabajo: batijeros o cajeros, zurrones a modo de mochilas, collares para perros, cabras y ovejas, monederos para el reloj «relojera», etc.; son los denominados zurroneros que aún hoy, de manera testimonial, están presentes en los campos canarios. Los zurrones, uno de los elementos más característicos de la cultura rural canaria, eran utilizados para el amasado del gofio, si bien, cuando era de gran tamaño, los pastores lo empleaban como bolso para el acarreo de sus enseres necesarios cuando salía con el ganado a pastar.
El origen volcánico de las Islas Canarias ha favorecido la presencia en ellas de distintos tipos de rocas de una gran variedad en cuanto a dureza, color, granulometría, etc. Los antiguos canarios utilizaron piedras para la construcción de sus casas, para levantar muros, escaleras, corrales, etc., y, debido a la carencia de metales en las islas, también para elaborar herramientas y otros objetos como los molinos de mano, picos, percutores, objetos cortantes, etc.
Tras la conquista de las islas y la llegada de los metales a ella, se dejan de realizar herramientas con este material; el trabajo con la piedra se centrará en la albañilería y en la talla de los diferentes elementos que forman parte de una construcción u edificación. Unos artesanos se especializarán en la construcción
de casas, utilizando exclusivamente piedra seca recogida de los barrancos y terrenos cercanos al lugar de trabajo. Otros se centrarán en la construcción de paredes de piedra en los terrenos de cultivo para mejorarlos, ampliarlos o crearlos, por medio de bancales, en terrenos con mucha pendiente.
La piedra ornamental, la captada en canteras, tuvo al principio un aprovechamiento reducido, dado el elevado coste económico que suponía su extracción, transporte y labrado. Será con el paso de los años y el crecimiento de los centros urbanos cuando su empleo aumente, sobre todo en la construcción de edificios nobles, tanto civiles, como eclesiásticos o en elementos singulares como fuentes, plazas, jardines, etc.
El aprendizaje de este oficio se hacía por transmisión familiar siendo común que los hijos empezaran a trabajar sobre los 10 años en las canteras, ayudando en trabajos sencillos; estos aprendices a los 14 años tenían ya tratamiento de oficiales por lo que trabajaban y cobraban como uno más.
Se caracteriza por poseer un mango o «cabo» realizado a partir de la unión de diversas anillas o piezas de cuerno de vaca o carnero que son decoradas con finas láminas de metal incrustadas que trazan diversas figuras geométricas. Los cuchilleros se dedican de manera exclusiva a la elaboración de los cabos, mientras que la hoja es realizada por herreros especializados en su elaboración.
La voz o canarismo «naife», tomada del inglés knife o quizás del portugués naifa (navaja), ha sido tradicionalmente utilizada para referirse a este tipo de cuchillo de Gran Canaria. Sus orígenes se remontan a la segunda mitad del siglo XIX y su producción estaba presente en un buen número de localidades de la isla (Arucas, Gáldar, Guía, Telde y Teror).
Fueron empleados sobre todo por los agricultores y los ganaderos en sus tareas diarias y por su alto valor simbólico solían heredarse entre las diferentes generaciones de una misma familia. En la actualidad la producción de cuchillos canarios sigue en activo.
El sector textil fue una de las actividades más importantes de la economía isleña, tras su incorporación a la corona de Castilla. En los primeros siglos fue ejercido en su gran mayoría por hombres, si bien en la sociedad tradicional y rural fue desarrollado casi exclusivamente por mujeres que son las que hoy día copan la producción.
Son varios los oficios artesanos que se han ejercido en Gran Canaria relacionados con la elaboración o manipulación de fibras o hilos para confeccionar tejidos destinados a diversos usos (ropa, artículos del hogar, etc.). Hay que destacar sobre todo los trabajos con la lana de oveja (hilado y tejeduría) y los del calado y bordado, por ser oficios artesanos que gozaron de gran arraigo en la sociedad tradicional y que con el paso de los años, adquirieron rasgos propios que los diferenciaban de los de otros lugares del Archipiélago o del Territorio Nacional.
Los saberes técnicos de estos oficios se fueron transmitiendo, en la mayor parte de los casos, dentro del contexto familiar; los padres y madres enseñaban desde muy pequeños a sus hijos e hijas, las labores propias de estas actividades con el objetivo de que pudieran continuar ejerciéndolas en el futuro.
Con el paso de los siglos muchos oficios artesanos han ido desapareciendo ante el avance de nuevos procesos industriales. Las labores artesanas que continuaron ejerciéndose, los que conocemos como oficios tradicionales, quedaron relegados a zonas rurales, desde donde todavía se demandaba su producción. Por ello, la mayoría de los artesanos, hasta hace muy pocas décadas, eran también campesinos o pastores, que ejercían estos oficios durante los periodos de descanso vegetativo o de poca actividad en los campos. En el marco rural, no eran considerados individuos ajenos o extraños a la comunidad de agricultores.
En estos nuevos centros loceros, a diferencia de los siglos anteriores, en las que los hombres eran los alfareros, ahora son ellas, las mujeres, «las loceras», las encargadas de la elaboración de los recipientes de barro. El papel de los hombres será el de coordinar sus trabajos agroganaderos con el acarreo del barro y la leña, así como ayudar en la preparación y guisado de las piezas en los hornos. Las mujeres serán también las que se encargarán de ir a vender su producción por toda la geografía insular a cambio de dinero o de productos de las zonas por donde transitaban.
A finales del siglo XX fueron desapareciendo los últimos loceros y loceras tradicionales Juliana, Rafaela, Panchito, Antoñita, Adolfina, Justo.,..), pero poco a poco están siendo reemplazados por una nueva generación de alfareros y alfa- reas que trabajan día a día para mantener vivo este oficio ancestral.
El desarrollo de la industria artesana sombrerera en Gran Canaria se remonta al siglo XVII alcanzando su máximo esplendor en los siglos XVIII y XIX, exportándose a todas las islas. El sombrero fue una pieza indiscutible de la vestimenta de la población, tanto de hombres, mujeres como niños; estos típicos sombreros son los que
Se conocen como «cachorros canarios».
Para fabricar los sombreros los artesanos empleaban como materia prima principal el pelo de conejo o del camello. Este pelo era afieltrado y posteriormente se procedía a su conformado o modelado, empleando como apresto cola de pez, resina de almendro, goma arábiga u otras. Núcleos importantes de confección de sombreros fueron Firgas, Gáldar, Arúcas, Guía, Moya, Telde y Las Palmas de Gran Canaria.
Las labores de aguja representadas por las bordadoras y las caladoras cuentan con una larga tradición en Gran Canaria, especialmente en los pueblos de la comarca del sureste. La labor del calado se aplica de manera preferente a la ropa de la casa como manteles, colchas, sábanas, toallas, tapetes, caminos de mesa, pañuelos, bolsas de pan o cortinas, aunque también se usa en algunas piezas de ropa de vestir como delantales, blusas o en determinadas prendas del traje tradicional.
Consiste en sacar y juntar los hilos de alguna tela o tejido para crear diversos motivos ornamentales inspirados muchas veces en la flora o en motivos arquitectónicos que igualmente han tomado sus formas de la naturaleza. Los materiales empleados principalmente para calar son las telas de lino y los hilos de algodón. Su origen parece estar localizado entre la frontera portuguesa y las provincias andaluzas y extremeñas. A principios del siglo XX y en las décadas siguientes por su calidad llegan a exportarse a Inglaterra, Estados Unidos, y en menor medida Alemania y Francia.
A través del bordado se añade a la tela todo tipo de motivos decorativos que embellecen los trajes tradicionales, piezas de ropa, mantelerías, ornamentos de iglesias, ajuares domésticos y de otros usos. El proceso de trabajo a seguir en la realización de un bordado consta de varias fases: dibujar, cortar la tela, estampar, elegir el bastidor, montar la tela, preparar los hilos, y finalmente bordar el punto o puntos elegidos.
El bordado canario tuvo durante la primera mitad del siglo XX un gran desarrollo y esplendor económico, pero con el paso de los años y por diversos motivos (conflictos bélicos, abastecimiento de telas, etc.) fue entrando en decadencia hasta llegar a nuestros días con muy pocas artesanas en activo.
Los cestos para cargar mercancía pesada o que van a sufrir una constante manipulación (labores agrícolas, transporte, industria, construcción) eran elaborados
(integramente o parcialmente) con fibras duras, como el pírgano o el mimbre (cestos, serones, cestas pedreras, etc.). Los objetos domésticos o de uso más delicado eran elaborados con fibras blandas como el junco, la palma, centeno o caña (pequeñas cestas, sombreros, cestas hierberas, barquetas, costureros, hueveras, esteras, etc.)
La cestería se desarrolló en Canarias como un oficio complementario pues gran parte de los cesteros y cesteras eran a su vez campesinos o jornaleros. Estas personas empleaban las horas libres que les dejaban las tareas agrícolas para elaborar productos que, tras su venta, les permitían obtener un ingreso extra para mejorar la economía familiar.
Los textos y los hallazgos arqueológicos evidencian el uso de la madera entre los primeros habitantes de la isla de Gran Canaria. Aunque de manera rudimentaria y ayudados por herramientas de piedras, los antiguos canarios la usaron para elaborar vigas para los techos y las puertas de sus casas, pequeños enseres de uso doméstico, herramientas, armas, etc.
El uso de la madera y los oficios relacionados con ella aserradores, carpinteros, toneleros, etc.) se generalizó y aumento de manera considerable a raíz de la conquista y colonización de la isla. Esta materia prima, abundante en Gran Canaria, fue fundamental para cubrir las necesidades de la nueva población, como fue la construcción de viviendas, ingenios azucareros, obras hidráulicas, molinos, lagares, mobiliario, ajuar doméstico y múltiples objetos necesarios para la vida cotidiana.
De la construcción de los objetos muebles o de uso cotidiano se encargaron los denominados carpinteros de lo prieto, llamados así por el uso de maderas duras necesaria para la elaboración de mobiliario, aperos agrícolas, herramientas, etc. A este grupo también pertenecen los carpinteros de ribera, a quienes se encomendaba la construcción artesanal de embarcaciones, así como otros oficiales más especializados como los violeros, dedicados a la elaboración de instrumentos musicales. También tuvieron gran importancia los imagineros y tallistas que proporcionaron imágenes de devoción, tanto para los templos como para el culto doméstico, así como los retablos de altares y capillas.